Imaginate despertar con el cálido sol, indicando que será un
gran día. Los estabas esperando. Tomás tu teléfono para consultar las redes
sociales, pero no hay conexión. Revisas el teléfono, comprobás la señal de
wifi, pero sigue sin aparecer la conexión. Intentás comunicarte con alguien
pero el tono sueno y nadie está del otro lado. Te levantas para ducharte y no
hay agua. Prendes el televisor y no hay señal, de repente se corta la energía.
Intentás servirte un té, pero no hay gas. Salís de tu casa y ves que hay movimiento
de vecinos. Intercambian opiniones, ese día normal, no es tan normal. Nadie
sabe que está pasando y el día recién comienza.
La comodidad a la que estamos acostumbrados desaparece de la
noche a la mañana. Las telecomunicaciones no funcionan. No hay trabajo, ni
universidad. La anarquía se hace presente, la policía no puede contener los disturbios,
la ola de violencia y vandalismo. La gente intenta sobrevivir como puede. Aquellos
que tienen armas son los que tienen poder. Los bomberos no pueden hacer frente
a los incendios que la anarquía produce y los hospitales no tienen electricidad
para curar a los pacientes.
La sociedad busca sobrevivir, el cerebro reptiliano, la
avaricia, la ley del más fuerte, es lo que importa.
Todo eso lo tenemos controlado, porque hay un orden, pero
quebrantar ese orden, sobrepasaría las capacidades de las autoridades para
hacer frente a los saqueos.
No estamos preparados para sobrevivir. Nuestros antepasados
sabían sobrevivir en la jungla, desierto, selva, estepa. Hoy tenemos tantos confort
que somos dependientes de la comodidad. Para buscar comida, vamos al supermercado,
para comunicarnos, tenemos internet.
Qué pasaría si mañana un cataclismo, una guerra o algo
inesperado, termina con la rutina del trabajo y el estudio. Qué pasa si no
podemos comunicarnos con nadie, no sabemos lo que pasa, estaríamos desamparados.
¿Por qué, preferimos salir con amigos, trabajar, pensar en uno mismo, y vivir
con seguridad? porque existe una sociedad organizada.
Acta non verba
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